martes, 7 de agosto de 2012

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viernes, 3 de agosto de 2012

A LOS NECESITADOS DE LUZ Y CONSOLACIÓN


Qué saludable es sentirnos vulnerables y que no nos dé vergüenza reconocerlo. Y luego, tener la humildad y el valor de pedirle a Dios consolación y fortaleza.
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com
Me ha llamado la atención la cantidad de personas que busca en internet "frases de consolación". De las personas que llegan a este blog a través de búsquedas en Google, que es el 40% de las visitas diarias, la búsqueda de mayor impacto es "frases de consolación". Está claro, en la vida hay sufrimiento y agradecemos aquello que contribuya a disminuir la intensidad de una pena.

Es saludable reconocernos vulnerables

Todos o casi todos conocemos el sufrimiento físico y moral, el peso profundo del propio pecado, la oscuridad del misterio de Dios, la incógnita del futuro, lo difícil que es encajar el sufrimiento en la familia, la soledad, la enfermedad, la traición, las humillaciones, la incomprensión de los seres queridos, etc. Así es la condición humana. Así es la vida... Por eso buscamos consolación. Esta vida es maravillosa pero tiene luces y sombras.

Qué saludable es sentirnos vulnerables y que no nos dé vergüenza reconocerlo. Y luego, tener la humildad y el valor de pedirle a Dios consolación y fortaleza.

El consolador tiene un nombre

Jesucristo, al volver al Padre, no quiso dejarnos solos; vio que necesitaríamos compañía y consuelo para nuestra peregrinación camino al cielo. ¿Qué fue lo último que hizo en su vida terrena? Expiró. Exhaló el Espíritu", refiere san Mateo. (Mt 27, 50) Nos dejó su Espíritu.

"Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce" (Jn 14,16) "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (Jn 16,7).

Lo más común en la oración es dirigirse a Dios Padre y a Dios Hijo. Al Espíritu Santo se le llama "el Gran Desconocido". Pero Jesucristo le llamó: "Paráclito", que significa "Consolador". Esa consolación que tanto buscamos tiene un nombre: Espíritu Santo. La consolación, más que un estado anímico, es el fruto de una presencia, la presencia de una Persona: la tercera persona de la Trinidad.

Cuando el Espíritu Santo se derrama sobre nosotros y nosotros lo acogemos como el "dulce huésped del alma" y somos fieles a sus inspiraciones, Él va produciendo sus frutos. Su presencia se demuestra con frutos. El don de Consolación abarca toda la realidad que Pablo enumera cuando habla de los frutos del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, afabilidad, bondad, longanimidad, fidelidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, castidad. (cf Gál 5, 22-23) Por eso, si buscamos consolación, debemos acudir a la fuente y origen de todo consuelo.

El inicio de la meditación diaria

La meditación diaria se inicia con la invocación al Espíritu Santo, para pedir luz y consuelo. Les comparto las dos invocaciones al Espíritu Santo que yo utilizo al comenzar mi meditación. Con mi comunidad canto el Veni Creator.
Cuando estoy solo me gusta cantar interiormente el himno Veni Sancte Spiritus, que es un himno de consolación.

Si te sucede que al leer este himno del Espíritu Santo dices: "ya lo conozco" o "ya lo leí", y vas adelante con otra cosa, te sugiero hacer un alto y reflexionar. El hombre de oración o que quiere progresar en la oración, gusta y saborea estas cosas. Cada vez que entra en contacto con ellas se detiene y las disfruta. Si tu oración suele ser cerebral, tal vez pases adelante. Si tu oración es más contemplativa, podrás disfrutarlo más, saboreándolo interiormente. No se trata de saber o de conocer, sino de gustar interiormente las cosas del espíritu. ¡Que lo disfrutes

Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.

Ven, Padre de los pobres;
ven, dador de las gracias;
ven, lumbre de los corazones.

Consolador óptimo,
dulce Huésped del alma,
dulce refrigerio.

Descanso en el trabajo,
en el ardor tranquilidad,
consuelo en el llanto.

O Luz santísima,
llena lo más íntimo
de los corazones de tus fieles.

Sin tu ayuda,
nada hay en el hombre,
nada que sea inocente.

Lava lo que está manchado,
riega lo que es árido,
cura lo que está enfermo.

Doblega lo que es rígido,
calienta lo que es frío,
dirige lo que está extraviado.

Concede a tus fieles
que en ti confían,
tus siete sagrados dones.

Dales el mérito de la virtud,
dales el puerto de la salvación
dales el eterno gozo.

miércoles, 1 de agosto de 2012

JESÚS MIO....DIOS MIO


¿Es Jesús Dios?

¿Alguna vez has conocido a alguien con tal magnetismo personal que ellos son siempre el centro de atención? Quizás sea su personalidad o su inteligencia –pero algo acerca de ellos es enigmático. Bueno, esa es la manera en que fue hace dos mil años con Jesu Cristo. Pero, mientras muchos personajes grandes sencillamente se pierden en los libros históricos, Jesús de Nazaret sigue siendo el enfoque de múltiples libros y controversias en los medios de comunicación.

Pero lo que hace a Jesús relevante aún hoy en el siglo 21 es la convicción de sus seguidores de que resucitó de la muerte y las afirmaciones sorprendentes que él hizo acerca de si mismo. Como un impredecible carpintero de un pequeño pueblo en Galilea de Israel, Jesús hizo afirmaciones que, si son ciertas, tienen implicaciones profundas en nuestras vidas. Según Jesús, usted y yo somos especiales, parte de un gran plan cósmico.
Principalmente fueron las escandalosas afirmaciones de Jesús que le causaron ser visto como una persona excéntrica tanto por las autoridades romanas como por la jerarquía judía. Si bien él era un forastero sin credenciales o base de poder político, dentro de tres años, Jesús cambió el mundo para los siguientes 20 siglos. Otros líderes morales y religiosos han dejado un impacto – pero nada como ese desconocido carpintero de Nazaret.
¿Qué era lo que en Jesucristo hizo la diferencia? ¿Era él meramente un gran hombre, o algo más?
Estas preguntas llegan al corazón de quien fue Jesús realmente. Algunos creen que él era meramente un gran maestro moral; otros creen que él era simplemente el líder de la más grande religión del mundo. Pero muchos creen algo más grande. Los cristianos creen que Dios de hecho nos ha visitado en forma humana. Y ellos creen en la evidencia que lo respalda. Entonces, ¿quién es el verdadero Jesús? Echemos un vistazo más de cerca.
Así como nosotros tomamos un vistazo más profundo a la persona más controversial del mundo, empezamos preguntándonos: ¿Jesús podría haber sido meramente un gran maestro moral?

¿Milagros? ¿Dónde que no los veo? El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros. Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net La vida es un milagro, tú eres un milagro; sin embargo, no contentos y convencidos de ello, estamos pidiendo más y más. Realmente no hay peor ciego que el que no quiera ver, abre los ojos de tu corazón y deja de pedirle a Dios más pruebas. El estupor y la admiración deben de acompañarnos paso a paso, solo así verás la mano de Dios que no deja de soplar sobre ti, en ese soplo de amor está el milagro que es tu vida. Tres personas iban caminando por la vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante que era alumno del sabio. Terrateniente: -"Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa, inclusive, que puedes hacer milagros". Sabio: -"La verdad, soy una persona vieja y cansada, ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?" Terrateniente: -"Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso". Sabio: -"¿Te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo solo pido que se conceda un favor para el enfermo o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo". Terrateniente: -"Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios". Sabio: -"A ver, esta mañana, ¿volvió a salir el sol?" Terrateniente: -"¡Sí, claro que sí..!" Sabio: -"Pues ahí tienes un milagro, el milagro de la luz". Terrateniente: -"¡No!, eso no, lo que yo quiero ver es un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, es más, mira, ahí hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas". Sabio: -"¿Quieres un verdadero milagro?,¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?" Terrateniente: -"¡Sí!, fue varón y es mi primogénito". Sabio: -"Pues ahí tienes un segundo milagro, el milagro de la vida". Terrateniente: -"Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro". Sabio: -"¿Acaso no estamos en época de cosecha, no hay trigo y sorgo donde solo hace unos meses nada más había tierra?" Terrateniente: -"Sí, igual que todos los años". Sabio: -"Pues ahí tienes un tercer milagro". Terrateniente: -"Creo que no me he explicado lo que quiero" Sabio: -"Te has explicado bien, solo que yo ya hice lo que podía hacer por ti; si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer". Y dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba, y entonces el sabio y el alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba ya tan lejos como para no ver lo que hacían el sabio y el alumno, el sabio se dirigió hacia la orilla de la vereda, tomó el conejo herido, sopló sobre él y entonces sus heridas quedaron curadas. El joven estaba algo desconcertado. Joven: - "Maestro, te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al terrateniente?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?". Sabio: -"Lo que él buscaba no era un milagro, sino un espectáculo, mostré 3 verdaderos milagros y no pudo verlos. Para ser rey, primero hay que ser príncipe; para ser maestro, primero hay que ser alumno; así que no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a ver y, sobre todo, a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Él te da todos los días, sin que tú se los hayas pedido". Cuando estés o te sientas en problemas, pídele a Dios la cordura para pensar claramente; la paciencia necesaria para mantenerte tranquilo y actuar bien; la fortaleza necesaria para afrontar los retos; y la fe suficiente para seguirlo amando sin importar lo que pase. Pídele esos milagros. • Preguntas o comentarios al autor P. Dennis Doren LC


¿Milagros? ¿Dónde que no los veo?
El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros.
Autor: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net

La vida es un milagro, tú eres un milagro; sin embargo, no contentos y convencidos de ello, estamos pidiendo más y más. Realmente no hay peor ciego que el que no quiera ver, abre los ojos de tu corazón y deja de pedirle a Dios más pruebas. El estupor y la admiración deben de acompañarnos paso a paso, solo así verás la mano de Dios que no deja de soplar sobre ti, en ese soplo de amor está el milagro que es tu vida.

Tres personas iban caminando por la vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación, iba un joven estudiante que era alumno del sabio.

Terrateniente: -"Me han dicho en el pueblo que eres una persona muy poderosa, inclusive, que puedes hacer milagros".

Sabio: -"La verdad, soy una persona vieja y cansada, ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?"

Terrateniente: -"Pero me han dicho que sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso".

Sabio: -"¿Te referías a eso?, tú lo has dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo; esos milagros los hace Dios, yo solo pido que se conceda un favor para el enfermo o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo".

Terrateniente: -"Yo quiero tener la misma fe para poder realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro para poder creer en tu Dios".

Sabio: -"A ver, esta mañana, ¿volvió a salir el sol?"

Terrateniente: -"¡Sí, claro que sí..!"

Sabio: -"Pues ahí tienes un milagro, el milagro de la luz".

Terrateniente: -"¡No!, eso no, lo que yo quiero ver es un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, es más, mira, ahí hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus heridas".

Sabio: -"¿Quieres un verdadero milagro?,¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos días?"

Terrateniente: -"¡Sí!, fue varón y es mi primogénito".

Sabio: -"Pues ahí tienes un segundo milagro, el milagro de la vida".

Terrateniente: -"Sabio, tú no me entiendes, quiero ver un verdadero milagro".

Sabio: -"¿Acaso no estamos en época de cosecha, no hay trigo y sorgo donde solo hace unos meses nada más había tierra?"

Terrateniente: -"Sí, igual que todos los años".

Sabio: -"Pues ahí tienes un tercer milagro".

Terrateniente: -"Creo que no me he explicado lo que quiero"

Sabio: -"Te has explicado bien, solo que yo ya hice lo que podía hacer por ti; si lo que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer".

Y dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no haber encontrado lo que buscaba, y entonces el sabio y el alumno se quedaron parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba ya tan lejos como para no ver lo que hacían el sabio y el alumno, el sabio se dirigió hacia la orilla de la vereda, tomó el conejo herido, sopló sobre él y entonces sus heridas quedaron curadas.

El joven estaba algo desconcertado.

Joven: - "Maestro, te he visto hacer milagros como este casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al terrateniente?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?".

Sabio: -"Lo que él buscaba no era un milagro, sino un espectáculo, mostré 3 verdaderos milagros y no pudo verlos. Para ser rey, primero hay que ser príncipe; para ser maestro, primero hay que ser alumno; así que no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a ver y, sobre todo, a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Él te da todos los días, sin que tú se los hayas pedido".

Cuando estés o te sientas en problemas, pídele a Dios la cordura para pensar claramente; la paciencia necesaria para mantenerte tranquilo y actuar bien; la fortaleza necesaria para afrontar los retos; y la fe suficiente para seguirlo amando sin importar lo que pase. Pídele esos milagros.

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    No hay casa ni puerta que a veces no quede abierta


    Me llamo Edgar y siempre me he considerado un hombre afortunado. De mi matrimonio he tenido la fortuna de tener tres hijos que son la alegría y el regocijo de la casa. El más grande, Germán, de 17 años es todo un hombre a pesar de su corta edad. Responsable a carta cabal, alegre, dinámico, líder en sus grupos, y para completar el verso, bien parecido, muy masculino. Las chamaquitas no cesaban de llamar por teléfono. Pero un día, salió de campamento con sus compañeros de grupo y allá se sintió enfermo. Sus compañeros creyeron que era algo pasajero, dada su fuerte condición física y su juventud, pero bruscamente comenzó con un fuerte dolor de cabeza, rigidez de la nuca, pronto le llegó la fiebre y nauseas, y vómito que no le paraba. Me lo trajeron prácticamente inconciente. Así ingresó al hospital. No reaccionaba. Nosotros estábamos inconsolables, no podíamos soportar que el mejor de nuestros hijos de pronto se viera apartado de nuestro lado. Y mi rabia llegó al culmen cuando el doctor pretendió que firmara por la donación de órganos de mi hijo en caso de que falleciera. Me pareció monstruoso lo que el doctor me proponía, y lleno de coraje me dirigí a la iglesia más cercana, porque yo quería gritarle a Dios su ingratitud y decirle que si no le dolía ver a esta familia destrozada.

    Cuando llegué, proclamaban algo que aún en ese momento me pareció absurdo. Hablaban de Abraham, que en su ancianidad y teniendo a su único hijo como sostén, Dios se lo pedía en sacrificio. Eso era insoportable. ¿Qué Dios no fue nunca papá? ¿Qué no sabrá lo que significa ver a un hijo a punto de morir? En eso estaba cuando oí también del viaje de Cristo a una montaña donde quería mostrar a sus apóstoles cómo se las gastaba, transfigurándose delante de sus discípulos, de una manera desacostumbrada en él. Parece que en ese momento aparecieron dos personajes misteriosos muertos siglos antes, y hablaban con Jesús precisamente de su pasión, de su cruz y de su muerte. ¡Bonita conversación! pensé yo. ¿Qué no habría otra cosa más interesante de la que pudieran platicar? Y más asombro me causó escuchar que en ese momento una nube envolvió a Cristo y a sus misteriosos personajes, escuchándose una voz desde lo alto: “Este es mi Hijo amado, Escúchenlo” y todavía alcancé a escuchar que Cristo le pidió a sus apóstoles que no contaran su visión hasta que él resucitara de entre los muertos.

    Esto motivó en mí una profunda reflexión. Yo iba con la idea de mentarle la madre a Dios si hubiera necesidad, pero entendí en ese momento que también Jesús había padecido, y medité entonces que el Buen Padre Dios estaría apenado y acongojado cuando le mataron a su Hijo. Y él sólo tenía uno. Comprendí el dolor que lo embargaría, pero comprendí el sacrificio de Cristo por todos los hombres. Comprendí entonces que el Buen Padre Dios sí entendía mi dolor. Regresé al hospital y casi con amor firmé el documento con el que accedía a donar los órganos de mi hijo, pues entendí que era una donación que beneficiaría a varias gentes y que de alguna manera prolongaría la vida de mi hijo.

    Cuando parecía que todo estaba perdido, mis otros dos hijos pidieron permiso para cantarle al oído, acompañados de la guitarra de Germán, un canto que a mi hijo le gustaba cantar en todas las ocasiones en que estábamos juntos: “Nadie te ama como yo”. Todos llorábamos de emoción y aquél canto se convirtió en una oración. Para sorpresa de todos, con el canto, Germán comenzó a dar señales de vida, y cuando el canto terminaba, Germán abrió los ojos por primera vez, con lágrimas que se sentía que venían de muy adentro, lágrimas de agradecimiento por el don de la vida. Él se recuperó casi en su totalidad, y ahora participa además en las actividades de nuestra parroquia. Así es de bueno el Señor con nosotros.

    Tu amigo el Padre Alberto Ramírez Mozqueda

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    RECOMENDACIONES PARA LEER LA BIBLIA


    ZENIT publica la guía para la lectura de la Biblia que ha publicado Mary Elizabeth Sperry, directora asociada para el uso de la New American Bible en la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB).
    La Biblia es para los católicos
    La Biblia nos rodea. La gente oye las lecturas de la Sagrada Escritura en la iglesia. Tenemos leyes que toman su nombre de la historia del "buen samaritano" (Lucas 10), damos la bienvenida a casa al "hijo pródigo" (Lucas 15) y buscamos la "Tierra Prometida"  (Éxodo 3, Hebreos 11). Algunos pasajes bíblicos se han convertido en refranes y expresiones populares, tales como "Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos" (Mateo 7, 12), "No robarás" (Éxodo 20, 15), "Amad a vuestros enemigos" (Mateo 22, 39).
    El católico de hoy está llamado a una lectura inteligente y espiritual de la Biblia.
    A continuación se ofrecen diez sugerencias para una lectura fructífera de la Sagrada Escritura.
    Leer la Biblia sí es para los católicos. La Iglesia alienta a los católicos a que hagan la lectura de la Biblia parte de su vida diaria de oración. Al leer estas palabras inspiradas, las personas profundizan en su relación con Dios y llegan a entender su lugar en la comunidad de aquellos que Dios ha llamado para sí.
    Orar al principio y al final. Leer la Biblia no es como leer una novela o un libro de historia. Deberíamos comenzar con una oración pidiendo al Espíritu Santo que abra nuestro corazón y nuestra mente a la Palabra de Dios. La lectura de la Sagrada Escritura debería terminar también con una oración para que esta Palabra dé fruto en nuestra vida, ayudándonos a ser personas más santas y más fieles.
    ¡Entérese de toda la historia!  Al escoger una Biblia, busque una edición católica. La edición católica incluye la lista completa de los libros que la Iglesia considera sagrados, así como introducciones y notas para comprender el texto. La edición católica incluye una nota de imprimatur en el reverso de la página del título. El imprimatur indica que el libro está libre de errores doctrinales según la enseñanza católica.
    La Biblia no es un libro; es una biblioteca. La Biblia es una colección de 73 libros escritos en el curso de muchos siglos. Los libros incluyen historia de los reyes, profecías, poesía, cartas que retan a nuevas comunidades de creyentes en dificultades, y relatos de la predicación y la pasión de Jesús transmitida por parte de los creyentes. El conocimiento del género literario del libro que se está leyendo le ayudará a entender las herramientas literarias que usa el autor y el significado que éste trata de transmitir.
    Sepa qué es la Biblia -y también lo que no es. La Biblia es el relato de la relación de Dios con el pueblo que Él ha escogido para sí. No está escrita para ser leída como un libro de historia, ni de ciencia, ni como un manifiesto político. En la Biblia, Dios nos enseña aquellas verdades que necesitamos para el bien de nuestra salvación.
    La suma es mayor que las partes. Lea la Biblia en su contexto. Lo que sucede antes y después-incluso en otros libros-nos ayuda a entender el verdadero significado del texto.
    Lo antiguo tiene relación con lo nuevo. El Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento se iluminan el uno al otro. Aunque leamos el Antiguo Testamento a la luz de la muerte y resurrección de Cristo, éste tiene también su valor propio. Juntos, estos testamentos nos ayudan a entender el plan de Dios para la humanidad.
    No están leyendo solos. Al leer y reflexionar sobre la Sagrada Escritura, los católicos se unen a aquellos hombres y mujeres fieles que han tomado en serio la Palabra de Dios y la han puesto en práctica en su vida. Leemos la Biblia en la tradición de la Iglesia para beneficiarnos de la santidad y sabiduría de todos los fieles..
    ¿Qué me está diciendo Dios? La Biblia no se dirige sólo a gente que murió hace mucho tiempo en un lugar lejano. También se dirige a cada uno de nosotros en sus propias circunstancias. Cuando leemos, debemos entender lo que dice el texto y cómo han entendido los fieles su significado en el pasado. A la luz de este entendimiento, entonces nos preguntamos: ¿qué me dice Dios a mí?
    Leer no es suficiente. Si la Sagrada Escritura se queda sólo en palabras en una página, nuestra tarea no ha terminado. Necesitamos meditar sobre el mensaje y ponerlo en práctica en nuestra vida. Sólo entonces puede la palabra ser "viva y eficaz" (Hebreos 4:12).