martes, 12 de junio de 2012

MARIA EN LOS ALBORES DE LA CRISTIANDAD

La devoción a la Virgen María en la Iglesia primitiva
La Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios desde los albores del cristianismo.
Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada” (Lc 1, 48)
Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo.
En los tres primeros siglos la veneración a María está incluida fundamentalmente dentro del culto a su Hijo.
Un Padre de la Iglesia resume el sentir de este primigenio culto mariano refiriéndose a María con estas palabras: «Los profetas te anunciaron y los apóstoles te celebraron con las más altas alabanzas».
De estos primeros siglos sólo pueden recogerse testimonios indirectos del culto mariano. Entre ellos se encuentran algunos restos arqueológicos en las catacumbas, que demuestran el culto y la veneración, que los primeros cristianos tuvieron por María.
Tal es el caso de las pinturas marianas de las catacumbas de Priscila: en una de ellas se muestra a la Virgen nimbada con el Niño al pecho y un profeta (quizá Isaías) a un lado; las otras dos representan la Anunciación y la Epifanía.
Todas ellas son de finales del siglo II. En las catacumbas de San Pedro y San Marceliano se admira también una pintura del siglo III/IV que representa a María en medio de S. Pedro y S. Pablo, con las manos extendidas y orando.
Una magnífica muestra del culto mariano es la oración “Sub tuum praesidium” (Bajo tu amparo nos acogemos)  que se remonta al siglo III-IV, en la que se acude a la intercesión a María.
Los Padres del siglo IV alaban de muchas y diversas maneras a la Madre de Dios. San Epifanio, combatiendo el error de una secta de Arabia que tributaba culto de latría a María, después de rechazar tal culto, escribe: «¡Sea honrada María! !Sea adorado el Señor!».
La misma distinción se aprecia en San Ambrosio quien tras alabar a la « Madre de todas las vírgenes» es claro y rotundo, a la vez, cuando dice que «María es templo de Dios y no es el Dios del templo» , para poner en su justa medida el culto mariano, distinguiéndolo del profesado a Dios.
Hay constancia de que en tiempo del papa San Silvestre, en los Foros, donde se había levantado anteriormente un templo a Vesta, se construyó uno cuya advocación era Santa María de la Antigua.
Igualmente el obispo Alejandro de Alejandría consagró una Iglesia en honor de la Madre de Dios. Se sabe, además, que en la iglesia de la Natividad en Palestina, que se remonta a la época de Constantino, junto al culto al Señor, se honraba a María recordando la milagrosa concepción de Cristo.
En la liturgia eucarística hay datos fidedignos mostrando que la mención venerativa de María en la plegaria eucarística se remonta al año 225 y que en las fiestas del Señor -Encarnación, Natividad, Epifanía, etc.- se honraba también a su Madre. Suele señalarse que hacia el año 380 se instituyó la primera festividad mariana, denominada indistintamente «Memoria de la Madre de Dios», «Fiesta de la Santísima Virgen», o «Fiesta de la gloriosa Madre».
El testimonio de los padres de la Iglesia
El primer Padre de la Iglesia que escribe sobre María es San Ignacio de Antioquía (+ c. 110), quien contra los docetas, defiende la realidad humana de Cristo al afirmar que pertenece a la estirpe de David, por nacer verdaderamente de María Virgen.
Fue concebido y engendrado por Santa María; esta concepción fue virginal, y esta virginidad pertenece a uno de esos misterios ocultos en el silencio de Dios.
En San Justino (+ c. 167) la reflexión mariana aparece remitida a Gen 3, 15 y ligada al paralelismo antitético de Eva-María.
En el Diálogo con Trifón, Justino insiste en la verdad de la naturaleza humana de Cristo y, en consecuencia, en la realidad de la maternidad de Santa María sobre Jesús y, al igual que San Ignacio de Antioquía, recalca la verdad de la concepción virginal, e incorpora el paralelismo Eva-María a su argumentación teológica.
Se trata de un paralelismo que servirá de hilo conductor a la más rica y  constante teología mariana de los Padres.
San Ireneo de Lyon (+ c. 202), en un ambiente polémico contra los gnósticos y docetas, insiste en la realidad corporal de Cristo, y en la verdad de su generación en las entrañas de María. Hace, además, de la maternidad divina una de las bases de su cristología: es la naturaleza humana asumida por el Hijo de Dios en el seno de María la que hace posible que la muerte redentora de Jesús alcance a todo el género humano. Destaca también el papel maternal de Santa María en su relación con el nuevo Adán, y en su cooperación con el Redentor.
En el Norte de África Tertuliano (+ c. 222), en su controversia con el gnóstico Marción), afirma que María es Madre de Cristo porque ha sido engendrado en su seno virginal.
En el siglo III se comienza a utilizar el título Theotókos (Madre de Dios). Orígenes (+ c. 254) es el primer testigo conocido de este título. En forma de súplica aparece por primera vez en la oración Sub tuum praesidium. que –como hemos dicho anteriormente- es la plegaria mariana más antigua conocida. Ya en el siglo IV el mismo título se utiliza en la profesión de fe de Alejandro de Alejandría contra Arrio.
A partir de aquí cobra universalidad y son muchos los Santos Padres que se detienen a explicar la dimensión teológica de esta verdad -San Efrén, San Atanasio, San Basilio, San Gregorio de Nacianzo, San Gregorio de Nisa, San Ambrosio, San Agustín, Proclo de Constantinopla, etc.-, hasta el punto de que el título de Madre de Dios se convierte en el más usado a la hora de hablar de Santa María.
La verdad de la maternidad divina quedó definida como dogma de fe en el Concilio de Efeso del año 431.
Las prerrogativas o privilegios marianos
La descripción de los comienzos de la devoción mariana quedaría incompleta si no se mencionase un tercer elemento básico en su elaboración: la firme convicción de la excepcionalidad de la persona de Santa María -excepcionalidad que forma parte de su misterio- y que se sintetiza en la afirmación de su total santidad, de lo que se conoce con el calificativo de “privilegios” marianos.
Se trata de unos “privilegios” que encuentran su razón en la relación maternal de Santa María con Cristo y con el misterio de la salvación, pero que están realmente en Ella dotándola sobreabundantemente de las gracias convenientes para desempeñar su misión única y universal.
Estos privilegios o prerrogativas marianas no se entienden como algo accidental o superfluo, sino como algo necesario para mantener la integridad de la fe.
San Ignacio, San Justino y Tertuliano hablan de la virginidad. También lo hace San Ireneo. En Egipto, Orígenes defiende la perpetua virginidad de María, y considera a la Madre del Mesías como modelo y auxilio de los cristianos.
En el siglo IV, se acuña el término aeiparthenos —siempre virgen—, que S. Epifanio lo introduce en su símbolo de fe y posteriormente el II Concilio Ecuménico de Constantinopla lo recogió en su declaración dogmática.
Junto a esta afirmación de la virginidad de Santa María, que se va haciendo cada vez más frecuente y universal, va destacándose con el paso del tiempo la afirmación de la total santidad de la Virgen. Rechazada siempre la existencia, de pecado en la Virgen, se aceptó primero que pudieron existir en Ella algunas imperfecciones.
Así aparece en San Ireneo, Tertuliano, Orígenes, San Basilio, San Juan Crisóstomo, San Efrén, San Cirilo de Alejandría, mientras que San Ambrosio y San Agustín rechazan que se diesen imperfecciones en la Virgen.
Después de la definición dogmática de la maternidad divina en el Concilio de Efeso (431), la prerrogativa de santidad plena se va consolidando y se generaliza el título de “toda santa” –panaguía-. En el Akathistos se canta “el Señor te hizo toda santa y gloriosa” (canto 23).
A partir del siglo VI, y en conexión con el desarrollo de la afirmación de la maternidad divina y de la total santidad de Santa María, se aprecia también un evidente desarrollo de la afirmación de las prerrogativas marianas.
Así sucede concretamente en temas relativos a la Dormición, a la Asunción de la Virgen, a la total ausencia de pecado (incluido el pecado original) en Ella, o a su cometido de Mediadora y Reina. Debemos citar especialmente a S. Modesto de Jerusalén, a S. Andrés de Creta, a S. Germán de Constantinopla y a S. Juan Damasceno como a los Padres de estos últimos siglos del periodo patrístico que más profundizaron en las prerrogativas marianas.

¿QUIEN ES MARIA SANTISIMA?

¿Quién es María Santisíma?

Existen muchas dudas  y calumnias en contra de lo que la Santa Iglesia Católica proclama como verdad; pero si hay un tema en especifíco en el cuál somos atacados con frecuencia es en lo referente a nuestra devoción hacia María Santisíma, la Madre del Señor. Es por eso de vital importancia para nosotros el tener una idea clara y concisa de quién es aquella mujer, a la que el mismo Dios tuvo el privilegio de elegir como Madre de su Hijo y cual es nuestra posición como creyentes hacía ella.
MARIA SANTISIMA:
1-"ES LA LLENA DE GRACIA"(Luc.1:28), la llena del amor de Dios, limpia de todo pecado. La Biblia nos habla de muchas conversiones, los mismos apóstoles tuvieron que pasar por una conversión, pero la Biblia NUNCA nos habla de una conversión de María porque ella era ya la elegida por Dios para el plan de salvación, la limpia de toda mancha y culpa. Y así se cumpliría la palabra de los profetas del Antiguo Testamento. Isaias 7:13-15
2-ES LA LLENA DEL ESPIRITU DE DIOS (Lucas 1,35): "El Espiritu Santo descendera sobre ti y el poder del Altísimo te cubrira con su sombra". En el Antiguo Testamento los libros sagrados hablaban de la nube o sombra que llenaba el Templo como signo de la presencia de Dios. Con esta figura el Evangelio quiere decir que el vientre de María pasa a ser la morada, templo, casa de Dios. El Espíritu de Dios no viene sólo sobre el Hijo, sino primeramente sobre ella.
3-ES TESTIMONIO DE FE Y OBEDIENCIA(Lucas 1,38).- "Dijo María: Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí según cómo has dicho". La concepción de Jesús en María, es la expresión total de su fé. Ella no entendia completamente lo que el ángel le decía, ni tampoco se detuvo a pensar primero en sus prioridades ó deseos como ser humano, sin embargo creyó por medio de su fé y se sometió en obediencia al mandato del Señor.
4-ES DIGNA DE VENERACION NO DE ADORACION.- Cuando en un país cualquiera alguien realiza actos heroícos por defender los derechos de dicha nación,  a esas personas se les llama heróes nacionales y se les da un título de honor como ejemplos a seguir por sus ciudadanos. La Iglesia también tiene personas a las cuáles admira por su gran entrega y fé al llamado de Dios, y María es sin duda A Dios solo se le adora, a María se le ama, se le respeta y se le venera, no se le adora. La misma Palabra de Dios en Lucas 1,42 nos dice que ella es la "Bendita entre las mujeres". En Lucas 1,45 nos dice que ella es la "Dichosa…" y en Lucas 1,48 se nos dice que "…y desde ahora TODAS las generaciones me llamaran feliz". Si el mismo ángel en Lucas 1,28 cuando la saludo le dijó "alégrate, llena de gracia…" y le da su lugar con reverencia, nosotros aún más debemos saludarla con respeto y con amor.
ES MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA (IGLESIA).- La iglesia es la continuación de Cristo en el mundo, es su cuerpo místico 1Corintios 12,13. Al ser María la madre del cuerpo físico de Jesús, también es madre del cuerpo místico. Jesús mismo nos la entrega como madre al pie de la cruz en Juan 19,26-27 no se la entrega al discípulo para que la cuide, las palabras de Jesús van mas allá. El nos la entrega a todos nosotros como madre ya que somos discípulos o seguidores de Cristo. Tanto ama Dios al mundo que no sólo nos dió a su Hijo para la salvación, si no tambien nos dió una madre.
ES REINA.- En el Antiguo Testamento el rey Salomón rinde honores a Betsabé, la reina madre. Antiguamente los reyes tenian muchas esposas y concubinas por lo tanto la reina era la madre del rey y no la esposa del rey como se usa actualmente. 1Reyes 2,19. Jeremias 13,18. Por lo tanto ella es Reina porque es la madre del Rey. En el libro de Apocalipsis 12,1 aparece con una corona y 12 estrellas sobre su cabeza. Esa mujer es María que como reina lleva la corona y las doce estrellas simbolizan a las 12 tribus del antiguo testamento y a los 12 apóstoles del nuevo testamento.
FUE JESUS EL HIJO UNICO DE MARIA O JESUS TUVO MAS HERMANOS?
En las lenguas o idiomas antiguos del hebreo y arameo el significado "hermano" es más amplio puesto que se usaba para TODO tipo de parentesco o para los amigos de confianza o aliados. Nosotros en la actualidad también nos llamamos "hermanos" en Cristo y de igual manera no quiere decir que seamos hermanos de sangre. 1Cronicas 15,4-6. En Hechos 1,15-16 se nos dice que Pedro tomo la palabra y le habló a 120 personas y a todos ellos les llamo "hermanos". Como es posible que una mujer hubiera podido tener 120 hijos?. Al igual Jesús nos dice en Mateo 12,46-50 que "todo aquel que cumple la voluntad de mi Padre, es para mi un hermano, una hermana o una madre”. Aquí para Jesús no hay parentesco de sangre, el parentesco es espiritual, en unidad, en amor al Padre. También nos dice en su Palabra en Mateo 5,23-24 "Por eso si tú estas para presentar tu ofrenda en el altar y te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar y vete a hacer las paces con tu hermano, después vuelve y presenta tu ofrenda".
MARIA ES INTERCESORA.- Es suficiente leer el relato de las bodas de Caná (Juan 2,1-11) para convencerse de que María es intercesora delante de Jesús en nuestro favor. En realidad Jesús no pensaba hacer ningún milagro pero intercedió María y por medio de su petición Jesús hizo el milagro. Muchas personas creen que María hace los milagros y NO ES ASI, ella misma les dice a los sirvientes que hagan lo que El les diga y así ella intercede por nuestras peticiones pero el que hace los milagros es Dios. Igualmente ella ahora quiere que nosotros hagamos lo que Dios nos diga, que seamos obedientes a su Palabra

SALMO 23



SALMO 23 (22)
El Señor es mi pastor

23:1 Salmo de David.
El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar
. 23:2 Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
23:3 y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,
por amor de su Nombre.
23:4 Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
23:5 Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
23:6 Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

AMEN

MEDITACION PARA RECIBIR EL SANTISIMO SACRAMENTO

Meditación para recibir al Santísimo Sacramento
Primer punto: Considerar quién es el que he de recibir, y cómo en cuanto a la divinidad es igual al Eterno Padre, y cómo en cuanto hombre es el más ilustre de todos los hombres.
Segundo punto: Considerar de dónde viene: del Cielo. Consideraré que me hace mayor don que a los Apóstoles el Jueves de la Cena. Y he de confundirme trayendo a la memoria lo que haría si esperase a un amigo o hermano que me viniese a ver de tierras lejanas, o si el Papa o el Emperador hubiese de venir a verme, y lo poco que hago con la venida de Jesucristo, de los Cielos a mi ánima.
Tercer punto: Ver cómo viene. Consideraré cómo habiéndome dado todas las criaturas, Él mismo disfrazado se me da en una de ellas, haciéndose pequeñito, conforme a mi pequeñez.
Cuatro punto: Ver adónde viene. A este mundo donde tantas ofensas y pecados se cometen contra su divina Majestad.
Quinto punto: Considerar quién soy yo que le he de recibir, y mostrarle mis llagas, pidiéndole con el leproso del Evangelio que me sane. Así miraré de dónde viene, adónde viene y a qué viene.
Alabado sea Dios.
San Francisco de Borja

jueves, 7 de junio de 2012

PRESENCIA Y ACCION DE DIOS

Los hombres nos acostumbramos a querer tener respuestas a todos los interrogantes, más aún, cuando alguno de ellos tiene el aspecto de fracaso, injusticia o falta de sentido común, nuestro interior se debate y se revela en cuestionamientos y en querer dar las respuestas que nos parecen más acertadas.

El silencio de Dios; la vida de Dios está rodeada de silencio. La maravillosa creación del hombre y su gestación, toda ella se va realizando en el silencioso vientre de una madre; la eterna generación de su Hijo Jesucristo, la Encarnación, se tiene en medio del silencio "en medio del silencio" (Sal 18, 4ss). "Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y ésta habla siempre con eterno silencio" (San Juan de la Cruz, Max 21).

El silencio de la creación, los espectáculos más grandiosos de la naturaleza, se desenvuelven en perfecto silencio: un amanecer, el correr de un río, el espejo de un lago, el volar de un cóndor, el influjo del silencio, ha dado origen a obras maestras del pensamiento y del arte: San Juan de la Cruz, Beethoven, Miguel Ángel, etc. Así es el silencio de Dios, un silencio que se convierte en prudencia y espera.

"La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo".
Nuestra vida se desarrolla en una serie continua de elecciones. Un vestido o un trabajo, una escuela o un tipo de cerradura, una comida o un paseo: a todas horas, en todos los lugares, hemos de decidir. Las decisiones siempre miran a un objetivo: lo bueno, lo correcto. Los problemas surgen cuando "parece bueno" lo que no lo es. El paraguas más brillante resulta estar lleno de agujeros. El coche que parecía nuevo, tiene serios problemas en los amortiguadores porque ya había sido usado. La tarde espléndida empleada en un paseo para oxigenar los pulmones se ha convertido en el inicio de una gripe insidiosa por culpa de un vientecillo engañoso. Vemos así, que casi todo lo que escogemos "parece ser bueno", cuando no lo era.

Otras veces, eso "bueno" nos daña de mil maneras insospechadas: o porque nos hace egoístas, o porque nos lleva a ser avaros, o porque destruye las relaciones familiares, o porque nos impide amar a Dios sobre todas las cosas. Espero que esta historia, te aclare un poquito más esa necesidad del silencio y de la prudencia.
Una antigua leyenda noruega nos habla de un hombre llamado Haakon, que cuidaba una ermita, a ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro. Un día, el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor, le impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor, quiero padecer por Tí, déjame ocupar tu puesto, quiero reemplazarte en la Cruz.", y se quedó fijo con la mirada puesta en la imagen, como esperando la respuesta.

El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras: "Hermano mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición".

¿Cuál Señor? -preguntó con acento suplicante Haakon-. "Es una condición difícil", -¡estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!-. "Escucha. Suceda lo que suceda, y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre". Haakon contestó: ¡Te lo prometo, Señor! y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño colgado con los clavos en la Cruz.

El Señor ocupaba el puesto de Haakon, y éste, por largo tiempo, cumplió el compromiso. A nadie dijo nada, pero un día llegó un rico; después de haber orado, dejó ahí olvidada su cartera. Haakon lo vió y calló; tampoco dijo nada cuando un pobre vino dos horas después y se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después, para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento, volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: "¡Dame la bolsa que me has robado!". El joven sorprendido replicó: "¡No he robado ninguna bolsa!". "¡No mientas, devuélvemela enseguida!". "¡Le repito que no he tomado ninguna bolsa!". El rico arremetió furioso contra él.

Sonó entonces una voz fuerte: "¡Detente!". El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven e increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado y salió de la ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la ermita quedó a solas, Cristo se dirigió al monje y le dijo: "Baja de la Cruz, no sirves para ocupar Mi Puesto, no has sabido guardar silencio". "Señor, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?". Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor siguió hablando:

"Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de un vicio. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero. En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal; ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada, Yo sí sé, por eso callo". Y el Señor nuevamente guardó silencio.

Muchas veces nos preguntamos por qué razón Dios no nos contesta, por qué razón Dios se queda callado o por qué el Señor permite circunstancias difíciles y aparentemente injustas. Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír, pero Dios no es así; Dios nos responde aún con el silencio. Él sabe lo que está haciendo y sabe lo que es mejor para cada uno de nosotros.

Ante los posibles errores y tanto daño, la virtud de la prudencia nos lleva a reflexionar con más calma, a sopesar los pros y los contras de cada decisión, y a considerar seriamente si lo que simplemente "parece" bueno lo sea en realidad. Nos permite, en otras palabras, buscar aquel bien realizable que mejor corresponda a los deseos más profundos de nuestro corazón y a estar abiertos a una visión trascendente que no entendemos en su momento. De este modo, nos será más fácil acertar a la hora de escoger lo que sea realmente bueno, y lo escogeremos siempre en un horizonte de magnanimidad que nos abra siempre a cumplir la Voluntad de Dios en nuestras vidas, como venga.
En sus designios, DIOS SIEMPRE SABE LO QUE HACE.

LA SANTISIMA TRINIDAD....

La vida cristiana es bella . La Trinidad y yo
El próximo domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra fe.
Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com

Es muy diferente un pozo seco a un manantial. El manantial tiene vida. El pozo seco o con agua estancada es muerte. Cuando nos referimos a la relación del hombre con Dios puesta en acto, hablamos de vida, vida espiritual.

¿Cuál es la fuente de la vida espiritual? ¿De dónde viene esta vida? ¿Quién da vida? La fuente de la vida espiritual es la vida de Dios, nuestra participación en la vida de la Santísima Trinidad por la gracia a través de los sacramentos y la oración.

Eso es lo que se mueve allá adentro de nosotros, esa es la sangre que corre por nuestras venas desde el día de nuestro bautismo. Desde entonces, el manantial que ocupa el centro de nuestro ser es la Trinidad. ¡Qué maravilla!
Una verdad existencial

El próximo domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad, misterio central de nuestra fe. Para mí esta fiesta es una invitación a poner en acto en la oración eso que creo por la fe, en forma de relación personal, de trato, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No basta el conocimiento del misterio, la Iglesia nos invita a través de la teología y de la liturgia a profundizar en su significado, pero profundizar de una manera no sólo intelectual, sino afectiva, existencial.
El bautismo: una llamada al amor

Al recibir en el bautismo el don de la gracia santificante, que nos hizo hijos de Dios, recibimos de parte de Él una llamada al amor. Después de esto nuestra vida cristiana consiste en responder al don recibido de Dios: “Si alguien me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él.” (Jn 14, 23) Dios que puso amor, espera una respuesta de amor.
"La respuesta de la fe nace cuando el hombre descubre, por gracia de Dios, que creer significa encontrar la verdadera vida, la “vida en plenitud”. Uno de los grandes padres de la Iglesia, san Hilario de Poitiers, escribió que se convirtió en creyente cuando comprendió, al escuchar en el Evangelio, que para alcanzar una vida verdaderamente feliz eran insuficientes tanto las posesiones, como el tranquilo disfrute de los bienes y que había algo más importante y precioso: el conocimiento de la verdad y la plenitud del amor entregados por Cristo (Cf. De Trinitate 1,2)." (Benedicto XVI 13 de junio 2011)
Intimidad con Dios

Dios nos invita a participar de su vida íntima, de esa vida que consiste en el amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Se dice fácil, pero este es un misterio grandioso, algo sobrehumano, sobrenatural, y en el cual estamos sumergidos.

Cada vez que intimamos con Dios en la oración entramos en el misterio. Es fe orante. En ella nos dirigimos a Dios como Padre. Padre es el nombre propio de Dios. Así nos lo reveló Jesucristo, quien vive contemplándolo permanentemente. “El Padre, que me ha enviado, posee la vida, y yo vivo por él. Así también el que me come vivirá por mí” (Jn 6, 57).

En Jesucristo contemplamos la belleza del Padre, él es “resplandor de Su gloria” (Hb. 1,3), el que está con nosotros, Dios-con-nosotros (Is 7, 14) Su misión es nuestra salvación. Tratamos con Cristo como nuestro salvador, nuestro redentor: “Padre, yo deseo que todos estos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo” (Jn 17, 24). Somos pecadores rescatados por la sangre de Cristo y en la oración cristiana nos dirigimos a Él como nuestro Redentor para darle las gracias, pedirle perdón, aprender de Él.

Y tratamos con el Espíritu Santo cuya misión es nuestra santificación. A partir del bautismo tenemos toda una vida por delante para crecer y asemejarnos como hijos que somos, al Hijo con mayúscula. Esa labor paciente de transformación conforme a la imagen de Cristo la va realizando el Espíritu Santo en nosotros poco a poco, como el agua sobre la piedra de río, a medida que cooperamos con Él. El Espíritu Santo es el Santificador, el Huésped de nuestra alma, nuestro Socio con el que trabajamos para realizarnos en plenitud como hombres y como cristianos. Él es amor y derrama el amor de Dios en nuestros corazones. (Rom 5, 5)

La vida espiritual, la vida de oración, es simplemente maravillosa. ¡Qué gozada poder tratar como hijo con EL PADRE, como pecador rescatado con su mismo REDENTOR; como buscador con su GUÍA! Francamente, ¡qué maravilla!

La vida cristiana es bella.

N.B. Si un espectáculo de agua, luz y sonido (no dejes de verlo) puede ser tan armónico y bello, ¡qué será la belleza de la vida trinitaria que llevamos dentro!




¿QUE ES LA IGLESIA CATOLICA?

Qué es la Iglesia Católica
Se conoce como Iglesia Católica Apostólica Romana o como Iglesia Católica Romana.
A raíz del
Concilio Vaticano II (durante los años 1960), surgen otros términos que hacen referencia a distintas formas de entender la naturaleza y objetivos de la Iglesia católica, tales como Sacramento de Cristo, Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Esposa de Cristo.
La Iglesia católica es la rama más grande del cristianismo, y la que tiene una mayor organización.
La Iglesia católica tiene su sede central en Roma, a la que se denomina
Sede Apostólica, relacionada con la Sede esta el Estado de la Ciudad del Vaticano (Status Civitatis Vaticanæ, en latín y oficialmente; Stato della Città del Vaticano, en italiano), un enclave dentro de la ciudad de Roma, en la República Italiana. El Estado Vaticano es un estado independiente y reconocido internacionalmente, que aunque estrechamente ligado a la Sede Apostólica, son entidades distintas, ya que el Estado Vaticano es un Poder Temporal, mientras que la Sede Apostólica se entiende como poder Espiritual.
El Líder religioso es el Papa, que es el
Obispo de Roma, quien recibe el trato honorífico de Su Santidad (S.S.), y que en la actualidad ostenta Benedicto XVI, nombre adoptado por el Cardenal electo Joseph Ratzinger, de origen alemán.
ETIMOLOGIA DE LA PALABRA IGLESIA
La palabra «Iglesia» ["εκκλεσία" (ekklesia), del griego "εk-kαλειν"(ek-kalein) - 'llamar fuera'] significa 'convocación'. Designa asambleas del pueblo (Cf. Hch 19, 39), de carácter religioso.
Es el término frecuentemente utilizado en el texto griego del Antiguo Testamento para designar la asamblea del pueblo elegido en la presencia de Dios, sobre todo cuando se trata de la asamblea del Sinaí, en donde Israel recibió la Ley y fue constituido por Dios como su pueblo santo (Cf. Ex 19). Dándose a sí misma el nombre de "Iglesia", la primera comunidad de los que creían en Cristo se reconoce heredera de aquella asamblea. En ella, Dios "convoca" a su Pueblo desde todos los confines de la tierra. El término "Kiriaké", del que se deriva las palabras "church" en inglés, y "Kirche" en alemán, significa "la que pertenece al Señor".

CATÓLICO
El término «católico» proviene del griego καθολικός (katholikós), que significa 'universal'.

CARACTERISTICAS DE LA IGLESIA CATÓLICA

La Iglesia Católica es la encargada por Jesucristo para ayudar a recorrer el camino espiritual hacia Dios viviendo el amor recíproco y por medio de la administración de los
sacramentos (bautismo, eucaristía, confirmación, penitencia, matrimonio, orden sacerdotal y unción de los enfermos), a través de los cuales Dios otorga la gracia al creyente.

La Iglesia Católica tiene encomendada la misión de elaborar, impartir y propagar la enseñanza cristiana, así como la de cuidar de la unidad de los fieles. Debe también disponer la gracia de los sacramentos a sus fieles por medio del ministerio de sus sacerdotes. Además, la Iglesia Católica se manifiesta como una estructura piramidal, en la que debe cuidar de mantener la unidad de todos los fieles y su obediencia a la doctrina oficial.


La autoridad para enseñar o
Magisterio de la Iglesia basa sus enseñanzas tanto en las Sagradas Escrituras como en la Sagrada Tradición.
ATRIBUTOS DE LA IGLESIA CATÓLICA

De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, esta es Una, Santa, Católica y Apostólica. Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. (CIC, 811).
Los católicos profesamos nuestra fe en los cuatro atributos de la Iglesia Católica a través del Credo de los Apóstoles y del Credo de Nicea-Constantinopla, por lo que se las tiene como Artículo o Dogma de Fe.

LOS CUATRO ATRIBUTOS DE LA IGLESIA CATÓLICA SON:

Unidad: La Iglesia es una debido a su origen, Dios mismo. Dios es uno. Es una debido a su Fundador, Cristo. El apóstol San Pablo, en su 1º Carta a los Corintios, hace referencia a la Iglesia como Cuerpo de Cristo. "Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo" (1º Co. 12, 12). En otra carta, también Pablo enseña sobre este atributo: "Mantengan entre ustedes lazos de paz y permanezcan unidos en el mismo espíritu. Un solo cuerpo y un mismo espíritu, pues ustedes han sido llamados a una misma vocación y una misma esperanza. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todos, que actúa por todos y está en todos." (Ef. 4, 3-6). Cristo mismo enseña y ruega por esta unidad característica de la Iglesia fundada por Él: "Que todos sean uno, como tú, Padre, estas en mí y yo en ti. Que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado". (Jn. 17, 20-21).
Santidad: la Iglesia Católica, a pesar de los fallos y faltas de cada uno de los creyentes que aún peregrinan en la Tierra, es en sí misma santa pues Santo es su fundador y santos son sus fines y objetivos. Asimismo, es santa mediante sus fieles, ya que ellos realizan una acción santificadora. En la Iglesia Católica es quien contiene la plenitud total de los medios de salvación, y en donde se consigue la Santidad por la gracia de Dios. Es Santa porque sus miembros están llamados a ser santos.

Catolicidad: con el significado de "universal" la Iglesia Católica es católica en cuanto busca anunciar la Buena Nueva y recibir en su seno a todos los seres humanos, de todo tiempo y en todo lugar; dondequiera que se encuentre uno de sus miembros, allí está presente la Iglesia Católica. y también, como lo señala el Catecismo de la Iglesia Católica, es católica porque Cristo está presente en ella, lo que implica que la Iglesia Católica recibe de Él la plenitud de los medios de salvación.

Apostolicidad: la Iglesia Católica fue fundada por Cristo sobre el fundamento de Pedro, Cabeza de los Apóstoles, y constituyendo en autoridad y poder a todo el Colegio Apostólico; aseguran que Pedro y los demás Apóstoles tienen en el Papa y los Obispos a sus sucesores, que ejercen la misma autoridad y el mismo poder que en su día ejercieron los primeros, proveniente directamente de Cristo. También es apostólica porque dicen que guarda y transmite las enseñanzas oídas a los apóstoles.
Estos atributos se encuentran en todas las Iglesias particulares que engloba la Iglesia católica, que son las Iglesias particulares de la Iglesia católica Romana (Rito Latino) y las Iglesias Rituales Autónomas (Ritos Orientales); todas ellas tienen en común los mencionados atributos o características esenciales y la autoridad suprema del Supremo Pontífice como Vicario de Cristo en la Tierra.
Por lo tanto, la Iglesia católica se considera a sí misma como heredera de la tradición y la doctrina de la iglesia primitiva fundada por Jesucristo y, por lo tanto, como la única representante legítima de Cristo en la tierra, mediante la figura de los obispos, sucesores sin interrupción (siempre según esta creencia) de los apóstoles, y herederos, por lo tanto, del mandato de Jesús de cuidar de su Iglesia (en el evangelio según Juan 21:17, Jesús le dice a Pedro "Apacienta a mis ovejas"). De allí el lema "Donde está Pedro está la Iglesia" (Ubi Petrus ibi ecclesia).

DOCTRINA ESCENCIAL
La característica más sobresaliente y genuina para distinguir a los católicos es su posición personal respecto al obispo de Roma. Este recibe el título de Papa y se le considera no sólo obispo de su diócesis sino Obispo de la Iglesia católica entera, es decir, Pastor y Doctor de todos los cristianos debido a que es considerado el sucesor de San Pedro (por las elecciones ininterrumpidas del colegio cardenalicio en el cónclave hasta Benedicto XVI quien es el Papa Nro. 265) y así, Vicario de Cristo.

El Papa goza en la Iglesia católica de un estatus de jerarquía suprema, poseyendo el primado sobre todos los demás obispos y la plenitud de la potestad de régimen (como se denomina en la Iglesia Católica al poder legislativo, ejecutivo y judicial), la cual puede ejercer de forma universal, inmediata y suprema sobre todos y cada uno de los pastores y de los fieles católicos.


Otras partes de la doctrina católica sobresalientes y distintivas en relación al resto de los cristianos son la creencia en el
Dogma de la Inmaculada Concepción, y en la Asunción de María, Madre de Jesús, así como la fe en la autoridad espiritual efectiva de la Iglesia Católica para perdonar pecados y remitir las penas temporales debidas por ellos, mediante el Sacramento de la Penitencia y las indulgencias.

Otro Dogma de fe sobresaliente en la Iglesia Católica es la creencia en la Eucaristía, y en su Transubstanciación ya que el pan y el vino presentados en el Altar se transforman realmente en el cuerpo y en la sangre de Cristo.