jueves, 5 de julio de 2012

EL CRISTIANISMO DE TODAS LAS EPOCAS.....

LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO

TEXTOS DE LOS PRIMEROS SIGLOS DE LA IGLESIA SOBRE LA UNIDAD DE LA IGLESIA

Los primeros cristianos están dispuestos a dar su vida por la unidad de la Iglesia. Se esfuerzan por mantener unido el rebaño de Cristo, que empieza  a verse atacado y zarandeado por herejías, infidelidad, etc.
La Iglesia, como Cuerpo místico de Cristo, va creciendo y desarrollándose a pesar de las dificultades externas -de persecución, odio, etc.- y de las internas que irá encontrando paulatinamente. Las heridas más dolorosas son las producidas por sus propios hijos. Pero siempre cuenta y contará con la asistencia del Espíritu Santo.
Nos hablan:
SAN CLEMENTE ROMANO  (SIGLO I) 
LA DIDACHÉ   (SIGLO I)
SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA (SIGLO I-II)
SAN IRENEO DE LYÓN   (SIGLO III)
Son un magnífico testimonio de unidad las palabras de San Ireneo de Lyon con las que explica –en el siglo II- cómo “las Iglesias de Germania creen y transmiten lo mismo que las otras de los Iberos o de los celtas, de Oriente, Egipto o Libia o del centro del mundo. Al igual que el sol, criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece por doquier e ilumina a todos aquellos que quieren llegar al conocimiento de la verdad”. (Tratado contra los herejes, 1,10,1-3)




La oración por los difuntos no se ha interrumpido nunca

LA ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS


Desde los comienzos del cristianismo y aún antes -en la tradición judía- la oración por los difuntos ha sido una costumbre que no se ha interrumpido nunca.   

Antiguo Testamento

La tradición de los judíos está clara y precisamente establecida en II Macabeos. Judas, comandante de las fuerzas de Israel “reuniéndolos…envió doce mil dracmas de plata a Jerusalén para ofrecer en sacrificio por los pecados de los muertos, pensando bien y religiosamente en relación a la resurrección (porque si él no esperara que aquellos que fueron esclavos pudieran levantarse nuevamente, habría parecido superfluo y vano orar por los muertos). Y, porque consideró que aquellos que se han dormido en Dios tienen gran gracia en ellos. Es, por lo tanto, un pensamiento sagrado y saludable orar por los muertos, que ellos pueden ser librados de los pecados” (2 Mac. 12,43-46). En los tiempos de los Macabeos los líderes del pueblo de Dios no tenían dudas en afirmar la eficiencia de las oraciones ofrecidas por los muertos para que aquellos que habían partido de ésta vida encuentren el perdón por sus pecados y esperanza de resurrección eterna.

Nuevo Testamento
Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que apuntan a un proceso de purificación después de la muerte. Es por esto que Jesucristo declara (Mt. 12,32) “Y quien hable una palabra contra el Hijo del Hombre, será perdonado: pero aquel que hable una palabra contra el Espíritu Santo, no será perdonado ni en este mundo ni en el que vendrá”. De acuerdo con San Isidoro de Sevilla (Deord. creatur., c. XIV, n. 6) estas palabras prueban que en la próxima vida “algunos pecados serán perdonados y purgados por cierto fuego purificador“. San Agustín también argumenta, “que a algunos pecadores no se les perdonarán sus faltas ya sea en este mundo o en el próximo no se podría decir con verdad a no ser que hubieran otros (pecadores) a quienes, aunque no se les perdone en esta vida, son perdonados en el mundo por venir.” (De Civ. Dei, XXI, XXIV). San Gregorio el Grande (Dial., IV, XXXIX) hace la misma interpretación; San Beda (comentario sobre este texto) y San Bernardo (Sermo LXVI en Cantic., n.11) también lo entienden así.
Un nuevo argumento es dado por San Pablo en 1 Cor. 3,11-15: “Un día se verá el trabajo de cada uno. Se hará público en el día del juicio, cuando todo sea probado por el fuego. El fuego, pues, probará la obra de cada uno. [14] Si lo que has construido resiste al fuego, serás premiado. [15] Pero si la obra se convierte en cenizas, el obrero tendrá que pagar. Se salvará, pero no sin pasar por el fuego.” Este pasaje es visto por muchos de los Padres y teólogos como evidencia de la existencia de un estado intermedio en el cual el alma purificada será salvada.

Tradición
El testimonio de la Tradición. es universal y constante. Llega hasta nosotros por un triple camino:
1) la costumbre de orar por los difuntos privadamente y en los actos litúrgicos;
2) las alusiones explícitas en los escritos patrísticos a la existencia y naturaleza de las penas del purgatorio;
3) los testimonios arqueológicos, como epitafios e inscripciones funerarias en los que se muestra la fe en una purificación ultraterrena.
Esta doctrina de que muchos que han muerto aún están en un lugar de purificación y que las oraciones valen para ayudar a los muertos es parte de la tradición cristiana más antigua. Tertuliano (155-225) en “De corona militis” menciona las oraciones para los muertos como una orden apostólica y en “De Monogamia” (cap. X, P. L., II, col. 912) aconseja a una viuda “orar por el alma de su esposo, rogando por el descanso y participación en la primera resurrección”; además, le ordena “hacer sacrificios por él en el aniversario de su defunción,” y la acusó de infidelidad si ella se negaba a socorrer su alma.  Del siglo II  se conservan ya testimonios explícitos de las oraciones por los difuntos. Del siglo III hay testimonios que muestran que es común la costumbre de rezar en la Misa por ellos.
San Cirilo de Jerusalén (313-387) explica que el sacrificio de la Misa es propiciatorio y que «ofrecemos a Cristo inmolado por nuestros pecados deseando hacer propicia la clemencia divina a favor de los vivos y los difuntos» (Catequesis Mistagógicas 5,9: PG 33,1116-1117).
San Epifanio estima herética la afirmación de Aerio según el cual era inútil la oración por los difuntos (Panarión, 75,8: PG 42,513).
Refiriéndose a la liturgia, comenta San Juan Crisóstomo (344-407): «Pensamos en procurarles algún alivio del modo que podamos… ¿Cómo? Haciendo oración por ellos y pidiendo a otros que también oren... Porque no sin razón fueron establecidas por los apóstoles mismos estas leyes; digo el que en medio de los venerados misterios se haga memoria de los que murieron… Bien sabían ellos que de esto sacan los difuntos gran provecho y utilidad…» (In Epist. ad Philippenses Hom., 3,4: PG 62,203).
Y San Agustín (354-430): «Durante el tiempo que media entre la muerte del hombre y la resurrección final, las almas quedan retenidas en lugares recónditos, según es digna cada una de reposo o de castigo, conforme a lo que hubiere merecido cuando vivía en la carne. Y no se puede negar que las almas de los difuntos reciben alivio por la piedad de sus parientes vivos, cuando por ellas se ofrece el sacrificio del Mediador o cuando se hacen limosnas en la Iglesia» (Enquiridión, 109-110: PL 40,283).
Escribe San Efrén (306-373) en su testamento: “En el trigésimo de mi muerte acordáos de mí, hermanos, en las oraciones. Los muertos reciben ayuda por las oraciones hechas por los vivos” (Testamentum).
Entre los testimonios arqueológicos, se encuentra el conocido epitafio de Abercio. En este epitafio leemos: “Estas cosas dicté directamente yo, Abercio, cuando tenía claramente sesenta y dos años de edad. Viendo y comprendiendo, reza por Abercio”. Abercio era un cristiano, probablemente obispo de Ierápoli, en Asia menor, que antes de morir compuso de propia mano su epitafio, es decir la inscripción para su tumba. Se puede fácilmente comprender cómo la Iglesia primitiva, la Iglesia de los primeros siglos, creía en el Purgatorio y en la necesidad de rezar por las almas de los difuntos. 
«Ofrecer el sacrificio por el descanso de los difuntos -escribía San Isidoro de Sevilla (560-636)- … es una costumbre observada en el mundo entero. Por esto creemos que se trata de una costumbre enseñada por los mismos Apóstoles. En efecto, la Iglesia católica la observa en todas partes; y si ella no creyera que se les perdonan los pecados a los fieles difuntos, no haría limosnas por sus almas, ni ofrecería por ellas el sacrificio a Dios» (De ecclesiasticis officiis, 1,18,11: PL 83,757).
FUENTES:

L. F. MATEO SECO
BIBL.: S. TOMÁS DE AQUINO, Suma teológica, Suppl. q71 ; (textos tomados de In IV Sent., d21, ql, al-8); íD, Summa contra Gentes, IV,91; iD, Contra errores graecorum, 32; fa, De rationibus lidei, c9; íD, Compendium theologiae, cl81; R. BELARMINO, De Ecclesia quae est in purgatorio, en Opera Omnia, II, Nápoles 1877, 351414; F. SUÁREZ, De poenitentia, disp. 45-48, 53; A. MICHEL, Purgatoire, en DTC 13,1163-1326; íD, Los misterios del más allá, San Sebastián 1954; H. LECLERCQ, Purgatoire, en DACL, XIV (II), 1978-1981 ; CH. JOURNET, Le purgatoire, Lieja 1932; M. JUGIE, Le purgatoire et les rnoyens de 1′éviter, París 1940; A. Royo MARíN, Teología de la salvación, Madrid 1956, 399-473; A. PIOLANTI, De Noaissimis el sanctorum communione, Roma 1960, 74-96; M. SCHMAUS, Teología Dogmática, t. VII: Los novísimos, Madrid 1964, 490-508; C. Pozo, Teología del más allá, Madrid 1968, 240-255.

miércoles, 4 de julio de 2012

PROMESAS DE NUESTRO SEÑOR



Las Doce Promesas del Sagrado Corazón
En mayo de 1673, el Corazón de Jesús le dio a Santa Margarita María para aquellas almas devotas a su Corazón las siguientes promesas:

*
Les daré todas las gracias necesarias para su estado de vida. * Les daré paz a sus familias.
* Las consolaré en todas sus penas.
* Seré su refugio durante la vida y sobre todo a la hora de la muerte.
* Derramaré abundantes bendiciones en todas sus empresas.
* Los pecadores encontrarán en mi Corazón un océano de misericordia.
* Las almas tibias se volverán fervorosas.
* Las almas fervorosas harán rápidos progresos en la perfección.
* Bendeciré las casas donde mi imagen sea expuesta y venerada.
* Otorgaré a aquellos que se ocupan de la salvación de las almas el don de mover los corazones más endurecidos.
* Grabaré para siempre en mi Corazón los nombres de aquellos que propaguen esta devoción.
* Yo te prometo, en la excesiva misericordia de mi Corazón, que su amor omnipotente concederá a todos aquellos que comulguen nueve Primeros Viernes de mes seguidos, la gracia de la penitencia final: No morirán en desgracia mía, ni sin recibir sus Sacramentos, y mi Corazón divino será su refugio en aquél último momento.
                                         

Consagración al Divino Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María

Consagración al Divino Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María


Oh, Corazón Divino de Jesús y Corazón Inmaculado de María, yo me entrego a Vos y os entrego todo mi corazón.

Quiero conservar mi fe y cumplir los mandatos y las Leyes de la Iglesia.

Quiero ser firme en esta consagración.

martes, 3 de julio de 2012



CONSAGRACIÓN A LA LLAMA DEL SANTO AMOR

Inmaculado Corazón de María, 
humildemente,
 pido que lleves mi corazón a la Llama del Santo Amor, 
que es refugio espiritual de toda la humanidad. 
No te fijes en mis faltas y fracasos, 
sino permite que estas iniquidades
 sean quemadas por esa Llama purificadora.

A través del Santo Amor,

 ayúdame a ser santificado en el momento presente, 
y haciendo así, te dé a tí, querida Madre, 
todo pensamiento, palabra, y acción. 
Tómame y úsame de acuerdo a Tu más grande arbitrio. 
Permíteme ser Tu instrumento en el mundo, 
todo por la más grande gloria de Dios 
hacia vuestro reinado victorioso. 
Amén.

El Corazón Sagrado de Jesús, te amo.   
Yo te doy con amor, todas mis cruces pasadas’ 

¡¡¡POR LA FE¡¡¡ NOS CONSAGRAMOS AL CORAZON DE JESUS Y MARIA

CONSAGRACIÓN DE " LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA
DE LA DIÓCESIS DE ______________________"
A LOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA


Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

"Es muy apropiado en estos tiempos, buscar una mayor profundización y conciencia de la íntima relación que existe entre los Dos Corazones y el valor que tiene para nuestros días una auténtica devoción y consagración a los Corazones de Jesús y de María".
 (SS Juan Pablo II, 23 de Noviembre de 1987)

Oh Sagrado Corazón de Jesús,

De tu Corazón traspasado, Oh Jesús, fluye , con fuerza y poder, el don del Espíritu Santo para todos los hombres. Es de tu Corazón que la humanidad recibe el Espíritu Santo. Es por esto, que la Renovación Carismática de _______ desea consagrarse y entregarse completamente a tu Corazón, reconociendo que solo en la contemplación de tu Sagrado Corazón en la Eucaristía; en la apertura a todos los designios de tu Corazón y a la disposición de imitar todas tus virtudes, podrá verdaderamente ser fiel a la gracia especialísima de renovación espiritual que el Espíritu Santo ha querido ejercer, a través de este movimiento, en este momento histórico de la Iglesia.

La Renovación Carismática de__________, abre de par en par las puertas a tu Corazón Redentor, y pide que cada uno de sus miembros, de sus líderes, de sus grupos de oración y de sus apostolados y ministerios, experimente en plenitud, la fuerza poderosa del Espíritu Santo, que viene a transformar, purificar, limpiar y arrancar las piedras de nuestros corazones, para darnos un corazón semejante al tuyo.

¡Qué el agua viva que brota de tu Corazón, renueve, alimente, purifique y revitalice a la Renovación Carismática de _________, para que cumpla con amor, dedicación, santidad y responsabilidad, la ardua misión que has puesto en sus manos. Qué la Renovación Carismática, sea instrumento poderoso de tu Corazón, para promover y establecer, con el poder del Espíritu Santo, la civilización del amor: el Reinado de tu Corazón!
Oh Corazón Inmaculado de María
La Renovación Carismática de________, desea hoy, consagrarse, Oh Virgen Santísima, a tu Corazón Inmaculado. Desea vivir dentro del Cenáculo espiritual de tu Corazón para que dentro de el, y acompaZados siempre por tu intercesión y mediación maternal, viva un constante Pentecostés.
En virtud de esta consagración, Oh Inmaculado Corazón, la Renovación Carismática te pide, que nos guardes y protejas de todo peligro espiritual y físico. Cuídanos, Oh Madre, de todo error, confusión, infidelidad o indiferencia. Qué nuestros corazones ardan con el fuego del Espíritu como arde tu Corazón. Qué unidos a ti, que eres la portadora por excelencia de Cristo para el mundo, la Renovación Carismática, ungida con el mismo poder del Espíritu que te cubrió con su sombra en la Anunciación, sea instrumento especialísimo para dar a un mundo tan árido y frío, la alegría, el amor y la paz del Salvador.
¡Oh Corazones de Jesús y de María! Esperanza porque en su perfecta comunión de amor por Dios y los hombres, se han entregado a la obra de la salvación del mundo. A través de esta consagración deseamos participar, desde nuestra pequeñez, en los designios de misericordia que los Dos Corazones están manifestando en la humanidad. Deseamos ofrecer nuestras vidas en amor y reparación a sus Corazones. Deseamos con todo nuestro ser promover y establecer en todos los corazones, el Reinado de amor de los Corazones de Jesús y María. ¡Amén!

Consagración hecha por___________________________Fecha____________








miércoles, 27 de junio de 2012

EXPRESION DE PERDON

Una expresión máxima del perdón
Karoli es hutu (una de las muchas etnias que pueblan África). En uno de los conflictos que han ensangrentado su país, su familia fue aniquilada por miembros de la etnia rival, los tutsis. Perdió a su esposa, a sus hijos, a sus padres y a sus hermanos, todos asesinados. Él se salvó porque aquel día estaba lejos de su colina y pudo permanecer algunas semanas escondido en el almacén de la misión.

Años después volvió a casarse y tuvo un hijo. El día del bautizo del niño, Karoli escogió como padrino de su hijo a su amigo Sinzinkayo, catequista como él, pero no de su etnia, sino tutsi. Un hecho inaudito en aquellos tiempos de hostilidad. Entraron en la iglesia cogidos por el hombro. Los dos habían sufrido, los dos tenían muertos que llorar a causa de los enfrentamientos, pero los dos habían permanecido fieles al Evangelio y, con aquel gesto, decían ante todos que era posible el perdón y la reconciliación. Creo que fue una de las mejores catequesis que se dieron en aquella misión: con sus vidas, con ese gesto, enseñaron que, por encima de odios, estaba un único Padre que hace de todos los seres humanos una familia de hermanos.

Cuando recuerdo aquel hecho, no puedo dejar de sentir la admiración que se tiene delante de un milagro. En ellos veo encarnada la frase de San Pablo: “Dios nos reconcilia con Él en Jesucristo y hace de nosotros ministros de la reconciliación”. Ahora, cada vez que tengo que hablar de reconciliación, recuerdo con agradecimiento aquel hecho, la lección silenciosa que nos dieron aquellos dos catequistas.

Una vez tuve la oportunidad de comentar con ellos este magnifico ejemplo de reconciliación que habían dado. Su respuesta fue sencilla como el agua, pero con la profundidad de Dios mismo: “Los sacerdotes habéis sembrado la Palabra de Dios en nuestros corazones, nos habéis reunido en una familia nueva, nos habéis enseñado el perdón de Dios y lo habéis derramado en nuestros corazones. Vivimos de lo que nos habéis dado. La fuerza del perdón nos viene del perdón de Dios que nos habéis transmitido”. Siendo así, ¿puede haber vocación más bella que la de ser ministro de la reconciliación?

Ahora, tantos años después, me toca participar en la formación de los jóvenes seminaristas de esta Iglesia local. Les digo que están llamados a ser constructores de la familia de los hijos de Dios, que supera razas y colores, que nos hace hermanos los unos de los otros. El sacerdote, con su ministerio, hace nacer la comunidad, la alimenta con la Palabra de Dios, la refuerza con los sacramentos, hace caer barreras y prejuicios, hace que todos nos sintamos hermanos al anunciarnos que Dios es nuestro único Padre.

En el seminario, ellos mismos hacen experiencia de esta realidad. Provienen de etnias diferentes, con culturas diferentes, lenguas diferentes, modos de pensar y reaccionar diferentes…; sin embargo, viven la fraternidad, crece en ellos la amistad, son capaces de sacrificarse por el otro que es distinto. Este será su ministerio, su servicio a la Iglesia y a su propio país. En el seminario aprenden que en Dios lo imposible se convierte en posible y en fuente de gozo. Al final de su formación, así lo esperamos, serán servidores de la comunidad, constructores de fraternidad y, en esta África de barreras, serán ministros de la reconciliación.

Testimonio de Salvador Romano
Misionero Javeriano en Chad

TESTIMONIO DE UN MISIONERO


Testimonio de Carlo Bruzaferro Monti

Dejar mi familia y país y venirme dos años de misión fue una decisión que tuve hace un año exactamente. Aquí estoy, en México, y justo en el medio de esa mi grande misión, surgió la Megamisión.

Ya había participado en otras misiones chicas, mas esta sí me permitió hacer un balance de cómo anda todo. Fue como un resumen de todo. Dividiré la misión de dos maneras:

1. El shock con la realidad del mundo.
2. El encuentro con Dios.

El shock con la realidad

Primero porque salimos de una colonia rica de Monterrey y llegamos a un pueblo bien pobre de Hidalgo: Atotonilco. Lo que más me llamó la atención fue como los muchachos que fueron con nosotros no tenían ni idea de lo que era la pobreza. Incluso ya se me había olvidado de muchas cosas que ya no veía hace mucho tiempo.

¡No conocer estas realidades explica cómo muchas personas no hacen nada por los demás! No saber lo que pasa es la razón por la cual muchas personas están bien acomodadas en sus sillones.

Pero me pregunté si realmente las personas no saben lo que pasa en esos pueblos. ¿Será que viven en burbujas tan cerradas que jamás verán una imagen de un niño muriendo de hambre en la televisión? O, será que la televisión es algo tan artificial que todo parece mentira? O, ¿será que ven tantas escenas de este tipo que ya se anestesiaron?

Hay muchos Santo Tomás que necesitan tocar en las llagas de Cristo para creer. Muchas personas que no les basta las imágenes en la tele, tienen que ir hasta allá para vivir y darse cuenta de cómo es la vida real de nuestro planeta. Quieren comprobar lo que ven en la televisión.

Muchos de esos muchachos realmente se transformaron después de tocar las llagas, de comer tortillas con nopal todos los días, de dormir en el piso, de no bañarse por no tener agua, de convivir con los problemas insolucionables de la gente, familias abandonadas por los papás, enfermedades muy graves y caras de curar, abortos inocentes, alcoholismo crónico, etc. En fin, se transformaron después de vivir como el 90% de la gente que vive en el mundo.

Ojalá realmente todos al menos crean después de haber tocado las llagas de Cristo, pues todavía hay mucha gente en el mundo que aún después de tocarlas, siguen como antes.

El encuentro con Dios

Digo que muchos por primera vez se encontraron con Dios, porque se dieron cuenta de los dones que Dios les había regalado: inteligencia, alimentación, confort, los mejores médicos y hospitales, autoomóvil, computadora, trabajo, salud, amigos sanos, familia y la Fe Católica! Se dieron cuenta que deberían compartir eso todo con los demás, que deberían dejar algunas cosas para ayudar a los otros. ¡Vieron que la felicidad está en dar! La gente de allá no tenía nada y aún así nos ofrecían sus casas para doce hombres con comida y todo. Sacaron sus niños de los cuartos para hospedarnos a nosotros. ¡Son personas sencillas pero que tienen postgrado, maestría y doctorado en generosidad!

-¡Enseñamos la sabiduría de esta gente! ¿Qué saben ellos? ¿Por qué no tienen nada y son felices? ¿Por qué son tan generosos si no tienen nada? ¿Por qué? ¡Queremos platicar contigo Señor!

A muchos de los que íbamos de misiones ya se nos había olvidado cómo rezar, más teníamos muchas ganas de hacerlo. Queríamos ponernos de acuerdo con Dios, agradecerle, pedir perdón por el tiempo perdido, pedirle ayuda para saber lo que platicar con la gente, queríamos comprender el por qué de tanta generosidad en un mundo tan maltratado, queríamos aprender a amar.

- ¿Amor? ¿Qué es eso?
- Una novedad que nos acaba de platicar un hombre, ¿cómo se llama?... ¡Ah, Jesús de Nazareth!

Muchas personas por  primera vez tuvieron que depositar toda su confianza en Dios, pues allá su dinero, títulos, contactos sociales, amigos y parientes no ayudaban en nada. Sí, esa misión fue más útil para los misioneros que para el pueblo.

Concluimos que Nuestra misión fue, no en uno, y sí en dos pueblitos abandonados: Uno se llamaba Atotonilco y el otro... nuestros propios corazones.

Descubrimos que nuestros corazones son a veces más desiertos, más secos, más pobres de lo que imaginamos. Descubrimos que todo lo que tenemos por fuera no llena, al revés, puede estancar nuestro corazones. Sólo Dios tiene el poder de inundarnos con la satisfacción, la felicidad y el Amor. Él es el único que nos puede enseñar a ser como esa gente: desapegados, sencillos, alegres, verdaderamente generosos y felices. Él es el único camino, ¡Maestro de Amor!

Cristo , ¡haz nuestro corazón semejante al tuyo!

Sentimos esa importancia una tarde cuando nos encontramos en una capilla en el medio del desierto, después de haber andado todo el día citando a la gente, después de hacerlos andar horas para venir a Misa y de estar esperando dos horas al sol al Padre que no llegaba. Todos nos quedamos sin saber qué decir o hacer, por lo que decidimos rezar el Rosario con las personas.

No podía creer que íbamos a dejar a todos sin la Misa después de tanto sacrificio. Pedimos fervorosamente que el Padre llegase, y en el 3° misterio del Rosario, cuando habíamos acabado de pedir por el padre, llegó él para hacer la Misa.

Miré a todos y percibí que no era el único maravillado con la intercesión de María, con el poder de la oración. Era como si Dios nos quisiera enseñar a pedir (Pedid y se os dará).