Te alabo, Padre, (…), por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños”. Ésta es la oración de Cristo que comentó el miércoles el Papa, dándonos algunas ideas pueden enriquecer nuestra propia oración.
1. ¿Cómo empiezo mi oración? Pues como la empieza Cristo, y
Él empieza “alabando”… pero ¿qué significa “alabar”? El vocablo griego
usado en el Evangelio para decir “te alabo” quiere indicar “te reconozco
en profundidad”. Así es como Cristo empieza su oración, reconociendo en
profundidad con quién está hablando (Su Padre) y quién es Él (Su Hijo,
el Amado). Qué modo más incisivo de empezar a orar: reconociendo en
profundidad existencial quiénes somos nosotros y ante quién estamos.
2. ¿Por qué necesito ser pequeño para que Dios se me
revele? El Papa se pregunta cuál es la pequeñez que nos permite
reconocer profundamente a Dios… y la respuesta se halla en la “pureza de
corazón”, porque son los limpios de corazón los que verán a Dios, los
que son capaces de reconocerlo. Debemos tener un corazón simple como los
niños, sin la presunción de pensar que somos autosuficientes y que no
necesitamos a Dios en nuestra vida.
Cuanto más pequeños somos, más capaces de “alabar” a Dios,
de reconocerlo por lo que Él es. Y cuanto más lo “alabamos”, más
pequeños nos vemos, creando así un círculo virtuoso que nos lleva a
unirnos más a Él.
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